LAVADO DE DINERO
LAVADO DE DINERO
“Los paraísos fiscales”
Si usted consulta en internet cuales son las ventajas de invertir offshore, se encontrará con una apología del delito disfrazada con eufemismos. “Offshore: significa lejos de la ribera o en alta mar o una operación financiera realizada fuera del País.
Si usted consulta en internet cuales son las ventajas de invertir offshore, se encontrará con una apología del delito disfrazada con eufemismos. “Offshore: significa lejos de la ribera o en alta mar o una operación financiera realizada fuera del País.
Los factores económicos y de seguridad que ofrecen los “paraísos fiscales”, según ellos mismos es estabilidad legislativa, política y económica, libertad cambiaria, el régimen impositivo de la off-shore, secreto bancario y fiscal, forma societaria de empresa, tipos de acciones (nominativas o al portador), obligaciones anuales, costo de adquisición y manutención de la compañía, restricciones que puedan existir en el país a la realización de cierto tipo de negocios, y facilidad de adquisición, entre otras ventajas. Pero lo cierto es que estos paraísos otorgan posibilidades de “secreto” y el no pago de impuestos, y desvía los fondos fiscales que podrían agrandar el patrimonio estatal en donde estas empresas o personas generan su especulación y ganancia. Tal vez esta sea una de las claves del tema, porque la estrategia de los que acumulan estas divisas es internacional –no local- y lo que buscan es girar las ganancias al extranjero sin tener en cuenta el desarrollo del país.
Desde el punto de vista fiscal, la principal preocupación de las sociedades multinacionales es ocuparse de que el impuesto final que grava los beneficios que aparecen en sus estados financieros consolidados sean el menor posible, sin que exceda en ningún caso el que hubiesen soportado si todas sus actividades hubiesen estado gravadas en su país de origen. El secreto es la clave, y el afán de lucro el fin: no importa de donde provengan estos fondos. Estas zonas conocidas como paraísos fiscales son un lugar donde se entremezclan los altos ejecutivos de las corporaciones financieras e industriales más importantes del planeta, personajes del jet artístico y social, junto a multimillonarios que compaginan sus ingresos con el ocio, todos ellos codeándose con personajes más o menos oscuros y que utilizan los mismos recursos e instrumentos financieros con los que poder aflorar y utilizar unos capitales conseguidos no sólo a costa de la legalidad vigente, sino muchas veces a costa del asesinato, la extorsión, el narcotráfico o el tráfico de armas.
¿Cómo es posible blanquear dinero habido ilegalmente por armas o drogas? Existen muchos mecanismos para hacer este tipo de operaciones. Y no es algo reciente, aunque tiene su auge con la liberalización de los mercados después de la caída del patrón oro, la suba del precio del petróleo y la emisión de petrodólares. Es mucho más antiguo aún: “Buena parte de la acumulación monetaria de Gran Bretaña durante los siglos XVIII y XIX fue posible gracias a los fondos clandestinos que generaba el tráfico de opio en China y en todo el Lejano Oriente. Para administrar esos fondos, la Compañía de las Indias Orientales, la corporación privada a través de la cual la Corona ejercía su potestad en aquellas colonias, fundó el Hong Kong and Shangai Bank.
En 1776, un empleado de la Compañía de las Indias Orientales escribió que los servidores de la Compañía intentaban establecer en provecho propio el monopolio de algunas de las ramas más importantes del comercio interior y exterior de aquel país. Está en el interés de la Compañía aumentar en lo posible ese producto –el opio- anual. Esta renta debe guardar proporción, necesariamente, con la cantidad y calidad del producto, y por tanto la una como la otra dependen de la extensión del mercado. El empleado al que aludo es nada más ni nada menos que Adam Smith, el padre de la economía política capitalista y liberal. Un dato más: “El Hong Kong and Shangai Bank, fundado para hacer circular los tesoros del opio en aquella lejana China, es el mismo El Hong Kong and Shangai Bank (HSBC) que participó, junto a otras corporaciones financieras, en el saqueo de la economía argentina”.
En 1776, un empleado de la Compañía de las Indias Orientales escribió que los servidores de la Compañía intentaban establecer en provecho propio el monopolio de algunas de las ramas más importantes del comercio interior y exterior de aquel país. Está en el interés de la Compañía aumentar en lo posible ese producto –el opio- anual. Esta renta debe guardar proporción, necesariamente, con la cantidad y calidad del producto, y por tanto la una como la otra dependen de la extensión del mercado. El empleado al que aludo es nada más ni nada menos que Adam Smith, el padre de la economía política capitalista y liberal. Un dato más: “El Hong Kong and Shangai Bank, fundado para hacer circular los tesoros del opio en aquella lejana China, es el mismo El Hong Kong and Shangai Bank (HSBC) que participó, junto a otras corporaciones financieras, en el saqueo de la economía argentina”.
Volviendo a poner un pié en la actualidad, vemos que los mercados emergentes (centros financieros) hacen rotar a una velocidad muy rápida la masa dineraria que necesitan las corporaciones financieras para hacer sus negocios, y no les importa de donde vengan estos dólares. La ecuación es muy simple: para que la rueda dineraria del mundo globalizado siga funcionando, el sistema necesita de dos masas monetarias –la sistemática y la asistemática- que se compensen y no se desequilibren (…) El mundo globalizado necesita dinero sistemático que paga impuestos, pero también necesita del asistemático para lavarlo oportunamente, porque el dinero sistemático no alcanza para financiar el engranaje planetario, y sobre todo porque se trata de recursos libres de costos impositivos, es decir que constituye lo que se denomina capital neto”. (“Recolonización o Independencia”. Stella Calloni y Víctor Ego Ducrot. Ed. Norma)
Las cifras
Para sostener esta masa monetaria proveniente de actividades ilícitas, se necesita como se vio, un entramado mafioso interrelacionado entre el Estado y el sector privado. El objetivo claro es ganar dinero, pero es importante destacar que mientras lavar dinero ilegítimo sea posible, seguirá existiendo el subdesarrollo de los países pobres y la guerra. Estos dos representan los más grandes negocios a la hora de conseguir divisas, generando conflictos, apoyando el rediseño del mapa geopolítico mundial, y condenando a la miseria a mucho más de la mitad de la población mundial. Según la ONU el giro del crimen organizado llega a 1.5 billones de dólares por año, más del 15% del PBI del los EEUU y un 4% del PBI mundial. El lavado de dinero se estima entre el 2% y el 5% del PBI mundial.
Para sostener esta masa monetaria proveniente de actividades ilícitas, se necesita como se vio, un entramado mafioso interrelacionado entre el Estado y el sector privado. El objetivo claro es ganar dinero, pero es importante destacar que mientras lavar dinero ilegítimo sea posible, seguirá existiendo el subdesarrollo de los países pobres y la guerra. Estos dos representan los más grandes negocios a la hora de conseguir divisas, generando conflictos, apoyando el rediseño del mapa geopolítico mundial, y condenando a la miseria a mucho más de la mitad de la población mundial. Según la ONU el giro del crimen organizado llega a 1.5 billones de dólares por año, más del 15% del PBI del los EEUU y un 4% del PBI mundial. El lavado de dinero se estima entre el 2% y el 5% del PBI mundial.
El comercio de drogas alcanzaría el 8% mundial, que es mayor que el comercio automotor y muy cercana al comercio del petróleo.
En los países más penetrados por el narcotráfico, los beneficios llegarían al 5% del PBI. El precio de un kilo de opio en Pakistán es de 90 dólares. El kilo de heroína en EE.UU cuesta 290.000 dólares. El kilo de hoja de coca en Bolivia es de 60 dólares, y el kilo de polvo de cocaína para los consumidores en los EEUU cuesta 110.000 dólares.
La argentina, del tránsito al consumo
Nuestro país tenía como destino, según el proyecto geopolítico diseñado desde los centros de poder (difusos y centrales), ser tránsito del circulante de narcóticos. Nosotros éramos un país de tránsito de la droga que circulaba a nivel mundial. En lo que a las drogas se refiere es necesario tener presente que nuestro país dejó de ser un país de tránsito para transformarse en un mercado consumidor y que además, por razones diplomáticas, adoptó leyes que ni siquiera se ajustan a la situación social, política y económica actual. A través de un rápido rastreo de algunos antecedentes sobre el tema se observa que la política en materia de drogas es un efecto de la relación mantenida con los Estados Unidos. La Argentina prohibió una lista de drogas a principios del siglo XX porque Washington impulsaba la prohibición por sus propias razones políticas, económicas y sanitarias. A tal punto que en 1966 el general Juan Carlos Onganía despenalizó su consumo, porque para el penalista Sebastián Soler -su asesor jurídico-, se trataba de una cuestión de índole privada. En los años setenta, cuando el gobierno de Richard Nixon lanzó la primera “guerra contra las drogas”, estas anomalías se acabaron. El ministro de Bienestar Social José López Rega firmó en 1974 un convenio con los Estados Unidos e hizo aprobar cuatro meses después la ley 20.771, que penaba el consumo con la cárcel, como parte de un paquete de leyes de seguridad interna. Rigió durante 15 años.
Nuestro país tenía como destino, según el proyecto geopolítico diseñado desde los centros de poder (difusos y centrales), ser tránsito del circulante de narcóticos. Nosotros éramos un país de tránsito de la droga que circulaba a nivel mundial. En lo que a las drogas se refiere es necesario tener presente que nuestro país dejó de ser un país de tránsito para transformarse en un mercado consumidor y que además, por razones diplomáticas, adoptó leyes que ni siquiera se ajustan a la situación social, política y económica actual. A través de un rápido rastreo de algunos antecedentes sobre el tema se observa que la política en materia de drogas es un efecto de la relación mantenida con los Estados Unidos. La Argentina prohibió una lista de drogas a principios del siglo XX porque Washington impulsaba la prohibición por sus propias razones políticas, económicas y sanitarias. A tal punto que en 1966 el general Juan Carlos Onganía despenalizó su consumo, porque para el penalista Sebastián Soler -su asesor jurídico-, se trataba de una cuestión de índole privada. En los años setenta, cuando el gobierno de Richard Nixon lanzó la primera “guerra contra las drogas”, estas anomalías se acabaron. El ministro de Bienestar Social José López Rega firmó en 1974 un convenio con los Estados Unidos e hizo aprobar cuatro meses después la ley 20.771, que penaba el consumo con la cárcel, como parte de un paquete de leyes de seguridad interna. Rigió durante 15 años.
De todas formas, Argentina no constituía hasta bien entrados los años noventa un país con un porcentaje significativo que determine que es un país de consumo, como lo es el adicto pueblo norteamericano. Pero la aguda crisis que anticipó la caída de De la Rua en el 2001, ya venía arrastrando un aumento el la venta minorista para el consumo en nuestra población. La pobreza, la marginación, y la movilización social generada tras la pueblada del 19 y 20 de diciembre, también ayudó a que sectores de poder generaran un rápido circuito de distribución entre los jóvenes pobres para mantener la calma y el esquema represivo. Así mismo, nuevas modas culturales como las fiestas de música electrónica o en las discotecas, marca una tendencia al alza de este tipo de prácticas entre los sectores medios. Para corroborarlo, el lector no tiene más que salir por los principales centros nocturnos y buscar. Va a encontrar seguro.
Hay preocupación oficial por la falta de control que existe en la Argentina. Extraoficialmente, reconocen que existe un cierto relajamiento en las fuerzas de seguridad con el tema y que esto, como contrapartida, ha significado un incremento del narcotráfico. También admiten que existe un fuerte crecimiento en el consumo interno. No es para menos, las estadísticas extraoficiales indican que en los últimos años se quintuplicó el consumo de droga y que la Argentina dejó de ser un país de tránsito, como se decía en los 80 y los 90, para ser de tránsito y de consumo. Otra cifra extraoficial que espanta: en la Argentina sólo se captura entre el 5% y el 7% de la droga que ingresa.
La Argentina es un país que consume drogas, que las trafica, que fabrica los precursores químicos y que cuenta con los profesionales y la infraestructura para procesar cocaína y heroína. Curiosamente, un dato aportado por la DEA norteamericana deja en un nivel de menor relevancia el lavado de dinero procedente del narcotráfico, al que durante una década destacó por encima del consumo y del contrabando. El lavado de narcodólares en nuestro país representa algo así como 10.000 millones de dólares. Una cifra nada desdeñable para decidir si queremos ser un país endrogado o “un país en serio”…

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